sábado, 24 de septiembre de 2022

“Nahuel y el libro mágico”: La importancia de la reinvención mitológica


La mitología latinoamericana es un terreno fértil de inspiración y, sin embargo, no ha sido tan explorado en la pantalla chica o grande. Dígase por falta de recursos frente a los gigantes corporativos, o por el poco interés de un público exigente. Para nuestra fortuna, a medida que la animación se ha vuelto cada vez más accesible para creadores de nuestro continente, estas populares historias son cada vez más comunes en nuestros medios y, por lo mismo, se encuentran en constante reinvención.

Un ejemplo claro de esto es “Nahuel y el libro mágico” (2022), película de animación chilena realizada en coproducción con Brasil y dirigida por Germán Acuña.

El día de hoy no vengo con una investigación profunda respecto al proceso de producción de la película, o a analizar lo que significará para futuros proyectos de animación hechos en Chile.

Hoy quisiera reflexionar sobre cómo representa a la cultura chilota. Más bien, cómo es que reinterpreta la vida (y mitología) de una isla al sur del país desde la mirada capitalina.

Una larga y angosta franja de tierra llamada Chile


Para quienes me leen desde otros países, les comento que Chile es un país rarísimo. El norte es desértico y en el sur llueve casi todo el año (o llovía. Gracias cambio climático). Al ser tan largo, cada región tiene características distintivas e inconexas. Incluso nuestra forma de hablar, incomprensible según algunos, varía dependiendo del lugar de origen de cada persona.

Una de las problemáticas que suceden en el país es el llamado “centralismo”. Este término se refiere a la concentración extrema de recursos y facultades en la capital, dejando a las ciudades y regiones de lado. Esto se puede notar en las noticias (todo evento que pasa en Santiago es noticioso), pero también en las producciones audiovisuales filmadas y/o producidas allí.

Por supuesto, incluso si se hacen muchas más películas en la capital que en el resto del país, los realizadores son conscientes de la riqueza pluricultural de cada zona, por lo que no es extraño ver producciones inspiradas en la realidad que existe fuera de las fronteras de Santiago. Chiloé, el escenario de “Nahuel y el libro mágico”, es el ejemplo perfecto de ello.

Chiloé haciendo acto de presencia en la animación chilena


El archipiélago de Chiloé está formado por ‘Isla Grande’ y las más de 40 islas pequeñas que la rodean. La popularidad de este lugar recae, en gran medida, en el pensamiento mágico de su gente, presente en la mitología y leyendas que a día de hoy siguen siendo parte fundamental de la cultura chilota.

Desde niña oía rumores de brujos maldiciendo a familias, seres mitológicos que habitaban los bosques a la espera de algún incauto, o barcos fantasmas que aparecían entre la niebla para hacer tratos con los pescadores. Estos no son cuentos ficticios para los locales, sino historias que son consideradas reales. Aunque se adornen para venderlas a los turistas, claro está.

Porque los mitos, leyendas, cuentos e historias populares no se quedan estáticos, sino que mutan generación tras generación. La oralidad implica un traspaso de saberes que irá variando de acuerdo al impacto que busquen generar, por lo que no es extraño que, lo que en antaño era considerado un espíritu del bosque mapuche, con la llegada del catolicismo se terminaría convirtiendo en una especie de diablillo que embaraza jovencitas (pienso en el Trauco, por dar un ejemplo).

La animación chilena desde sus inicios ha sido capitalina, y no hay nada de malo con eso. De hecho, es bastante lógico, considerando lo difícil que era animar en esa época, y que todos los recursos (para sorpresa de nadie) están en Santiago.

Aun así, con los años también se representaron otros lugares del país y Chiloé no fue la excepción. Desde anuncios para ir a dormir con los “angelitos” de Canal 13 en los 90’s, o con un capítulo dedicado por completo a las vacaciones de los personajes de “Diego y Glot” (2005) quienes, dicho sea de paso, son santiaguinos.

Un breve corto animado de 1992, en el que Canal 13 anunciaba la finalización del horario familiar (los niños debían ir a dormir). En la imagen el angelito está con dos niños representados como chilotes: Ambos pescadores, con ropa de lana y viviendo en un palafito (casas con pilares en el agua).

Algunas representaciones de Chiloé en “Diego y Glot” (2005): El cruce por transbordador del continente a la ‘Isla Grande’ y una población de palafitos. 


Tanto el segmento de 1992 como el capítulo de “Diego y Glot” son representaciones de una realidad contada desde la mirada de la capital. Ambos proyectos hacen uso de ciertos estereotipos para dar a conocer la cultura isleña.

“Diego y Glot” realizan un estudio más acabado, al tener más tiempo y, su visionado, resulta bastante educativo por eso mismo. Porque incluso si ambas producciones son creadas bajo los ojos de Santiago, estas reinterpretaciones reconocen la importancia de Chiloé dentro del imaginario nacional.

¿Cómo hace “Nahuel y el libro mágico” esta reinterpretación?

Reinventando un imaginario


La película nos cuenta la historia de Nahuel, un niño chilote cuya madre murió en el parto durante una tormenta en alta mar. Estas circunstancias hacen que nuestro protagonista le tenga una horrible fobia al océano y, por lo mismo, no pueda ayudar a su padre en su trabajo como pescador. Sintiéndose inútil y rechazado, un día llega a una casona aparentemente abandonada. En esta casona está el “Levisterio”, un libro de hechicería codiciado por brujos que anhelan su poder. Luego de que uno de ellos secuestre al padre de Nahuel, al pequeño le tocará vencer sus miedos para salvarlo y probarse a sí mismo que puede ser valiente.

En principio, la idea de un niño que vive en una isla y está aterrado por los barcos y el mar me parece notable, más si agregamos que su padre es pescador y vive de ese rubro. Creo, además, que logran seguir el tópico del “viaje del héroe” sin caer en una narrativa condescendiente. Nahuel tiene valor como protagonista y es posible empatizar con él, pues no deja de ser un niño que se comporta como tal.

Ahora, respecto a lo de la “reinvención”, creo que se puede entender desde dos ángulos: mucho se ha dicho de lo bien ambientada que se encuentra, pero, aunque concurro, no deja de ser una mirada afuerina. Por lo mismo, tanto en escenarios como en mitología, esta película crea un mundo con sus propias reglas a partir de la base cultural de Chiloé.

Lo cual no solo me parece genial, sino que también muy acertado.

Por lo mismo, si bien nos señala estar inspirada en Chiloé, no se hace alusión a ninguna ciudad o lugar específico de la zona. Podemos estar en la Isla Grande, o en una de las pequeñas que conforman el archipiélago. De esta manera amplían el escenario, dando mayor libertad creativa sin preocuparse de plasmar de manera idéntica los escenarios reales.

Esto no quiere decir que la película no sepa ubicarse dentro de un contexto. Muy por el contrario, ya que tanto la ambientación como los pequeños elementos dentro de ella demuestran un cuidadoso trabajo de campo. Los chilotes seremos capaces de identificar ciertos escenarios como espacios cotidianos, mientras que quienes conozcan poco o nada de nuestra cultura se embarcarán en un mundo nuevo, muy bien ubicado y con una identidad bastante marcada.

Captura de la primera parte de la película: Nahuel sentado en una garita de madera con techo de latón en mitad de una carretera rural

Captura de la primera parte de la película: casas de madera que llegan al puerto principal

Captura de la primera parte de la película: El barco del padre, con detalles en la pintura desgastada.


Es así como, luego de que Nahuel se queda con el Levisterio, vamos a dar paso a la parte mágica del filme, la cual combinará tanto mitos chilotes como espiritualidad mapuche. Aquí conoceremos a los amigos y antagonistas que seguirán a nuestro protagonista en su viaje. Los cuales, claro está, no son representaciones fieles de estos mitos, sino adaptaciones que parten de su concepto para crear una versión propia de los personajes, sus poderes y relevancia en la historia.

El mismo Levisterio es parte de uno de los mitos fundacionales de la magia chilota, pues se trata de un libro que pertenecía a un cronista español fascinado por la hechicería. Este cronista pierde el libro luego de competir contra una machi (figura mapuche que podría asociarse con la de un chamán), cuyos poderes superaron con creces los de este aficionado. Nadie conoce a ciencia cierta el paradero de este libro, pero la película le atribuye la importancia que tiene dentro del plano cultural chilote (lleno de magia y hechicería que combinó los saberes europeos con los nativos).

El origen de gran parte de los seres mitológicos es bastante oscuro y, por lo mismo, no apto para el público infantil. En ese sentido, más que una limitante, los creadores lo toman como una oportunidad para “jugar” con el concepto de los personajes. El mismo Germán Acuña señaló en una entrevista, a propósito de la figura del Trauco, que lo adaptaron como alguien incomprendido, en lugar de un ermitaño acosador que persigue a jóvenes incautas para saciar sus apetitos carnales.

La película no intenta negar ni confirmar el sentido de su fama, sino que elige quedarse con ciertos elementos que forjan al personaje mitológico (un hombre que vive apartado en el bosque) para darle una vuelta al sentido de su existencia.

No es una censura, sino una reinterpretación. Algo que se ha realizado con centenas de personajes a lo largo de la historia.

Es por esto que, desde esta propuesta, no se le puede criticar a la película por su inexactitud respecto al imaginario mitológico que tenemos en el archipiélago. Este mismo imaginario está sujeto a reinterpretaciones, algo que el Estudio Carburadores consideró al momento de desarrollar la trama del filme y delimitar los parámetros de cada personaje.

“La Voladora”, una mujer mensajera de brujos que se transforma en ave. Aquí, en efecto, es representada con plumas, siendo servidora del principal antagonista del filme.


En la mitología se cree que los brujos desprenden su cabeza para trasladarse, utilizando sus orejas a modo de alas, adquiriendo la forma de una lechuza conocida como “Chonchón” o “Tue-tué”. En la película el tue-tué es representado como un hombre astuto con vestimenta gitana, aludiendo a la fama viajera que tiene el personaje en el imaginario chileno.


Muchas de las leyendas chilotas se enseñan en la capital como historias que sirven para justificar o explicar sucesos y fenómenos que no podemos (o no queremos) entender. Y si bien es cierto que hoy en día Chiloé está mucho más globalizado y gran parte de estas leyendas se ven desde esa perspectiva, también hay un número no menor de gente que las ve como hechos reales y conviven con ellos bajo esa mirada.

En la película se deja en claro que, dentro del universo establecido por Acuña, los mitos pueden ser interpretados de ambas formas. Para Nahuel no hay mucha separación entre el mundo “real” y el mundo “mítico”, más bien lo ve como una prueba más a la que enfrentarse. Es más, en una realidad alterna, tal vez a nuestro protagonista le parecería increíble descubrir que los mitos son reales… pero a un chilote, expuesto toda su vida a ello, no tanto.

Por supuesto que Nahuel se impresiona ante ciertos aspectos de su aventura, pero no al nivel que se esperaría de alguien de su edad. Algunos pueden argumentar que al ser un niño puede aceptar las cosas con mayor facilidad y tal vez yo estoy analizando de más, pero me es imposible no asociar esto a un pensamiento local. Si a mí me hubiera pasado lo mismo a los doce años probablemente habría reaccionado de manera similar: muerta de miedo, pero a la vez consciente de que se me presentan criaturas que en mi realidad nunca fueron completamente mitos.

Diseños conceptuales de Kalku, el brujo y principal antagonista de la película. Es acompañado por un cuervo, que tiene más influencia de la brujería europea que de la chilota. Los brujos en Chiloé suelen usar al “mandao”, un pájaro endémico también conocido como diucón, a quien envían para vigilar a sus potenciales víctimas. 


Por eso mismo, fuera de ciertas inexactitudes respecto a la vida y mitología de Chiloé, considero que esta película es un paso en la dirección correcta para que más creadores sigan atreviéndose a reinventar todas las historias que pueblan nuestro imaginario, tanto nacional como latinoamericano. Que puedan ver al público objetivo o la intención comercial no como una tranca, sino como una oportunidad para replantear conceptos más complejos.

Es una película que, si bien no es perfecta, tiene una calidad técnica impecable y una estética que calza muy bien con la trama fantástica que nos cuenta. Mucho se ha hablado de la influencia Studio Ghibli en la producción y sí, es innegable su presencia. Aunque algunos lo ven con buenos ojos porque creen que ayuda con la internacionalización del proyecto, otros creen que deberíamos buscar algún estilo propio en lugar de imitar el trabajo ajeno.

¿Yo? opino que por algo se empieza. En este caso, Ghibli resulta una inspiración que funciona, pues el universo mitológico de Miyazaki guarda mucha relación con el chilote, así que hace mucho más sentido que algo más apegado a Disney, por ejemplo. Sí coincido en que, como latinoamericanos, deberíamos atrevernos a crear estéticas reconocibles, pero, aunque eso es algo de lo que debemos comenzar a tomar consciencia desde ya, tampoco me parece tan grave que un estudio que recién empieza se inspire de grandes referentes.

El futuro


El Estudio Carburadores hoy en día se encuentra en proceso de hacer “La veta del Diablo”, película en la que abarcarán mitos de la zona norte chilena con el estilo utilizado en “Nahuel”.

Creo que se trata de un proyecto fantástico que, ojalá, supere a su predecesora. Puedo notar que la meta del estudio es crear películas que alcancen un mercado global a partir de historia locales.

Incluso si tienen un tono más comercial que artístico, resulta bastante notable que se generen estos proyectos. Ahora que ya tenemos la película disponible en Disney Plus, solo me queda recomendarles que la vean desde sus respectivos hogares, ciudades, países… y comenten qué les pareció.

A mí, desde el sur del mundo, me pareció una relectura novedosa de nuestros mitos y espero que más gente se anime a explorar su propia cultura, empapada de historia y fantasía.

Les aseguro que material, tenemos de sobra.

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