viernes, 8 de julio de 2022

Amphibia: Diversidad desde raíces familiares


María Victoria Rivas Kanelos (@animari.reviews).

Hoy en día es bastante común hablar sobre cómo los productos de entretenimiento representan la diversidad en todos sus matices. Sabemos que gran parte de las compañías lo hacen para congraciarse con potenciales nuevos sectores de su audiencia y así ganar más dinero (obvio), pero a pesar de lo frívolas que puedan ser sus motivaciones, una arista positiva de esto es que poco a poco se normaliza lo que en antaño era considerado “raro” o “diferente”. Y la diversidad cultural, en una industria tan acostumbrada a la hegemonía blanca, también amerita su representación.

Ahora bien, creo que estamos de acuerdo en que la cultura no debe ser un mero adorno para la historia y producto en cuestión, ya que no está bien privar del valor patrimonial a ciertos elementos solo para ser usados de manera estética. Y es que suele existir una diferencia significativa entre la representación de una cultura por parte de creadores pertenecientes a la misma, con la de aquellos que son ajenos a esta y que la toman solo como inspiración, sin considerar el verdadero valor de su trasfondo.

Es aquí donde entra “Amphibia” (2019), serie animada creada por Matthew Benjakarn Braly (conocido en la industria como “Matt” Braly). La protagonista de la historia, al igual que su creador, es de ascendencia americana-tailandesa y la serie no escatima en recursos para dar a conocer, a lo largo de varios episodios, como es ese aspecto de su vida. Dado que la serie finalizó hace muy poco, me gustaría dedicarle unas palabras a ciertos elementos que la diferenciaron de más series del momento, y que (esperemos) marcarán una pauta a futuro.

Antes de irme a ello, quisiera señalar que la presente es una postura estrictamente personal. No soy parte de la cultura tailandesa ni he tenido contacto directo con sus miembros. De hecho, diría que es gracias a esta serie que he aprendido más al respecto, razón por la cual decidí averiguar sobre las opiniones de sus creadores, la reacción del público, y por qué los capítulos o escenas que hacen referencia a la ascendencia de la protagonista funcionan tan bien.

Anne la humana


La historia de Anne es la de una adolescente de trece años que cae por accidente en un mundo paralelo poblado por anfibios. A lo largo de su aventura para volver a su propio mundo y encontrar a sus dos amigas humanas, aprenderá el valor de la verdadera amistad junto a los Plantar, una familia de ranas que la adoptan como una de ellos.

Matt Braly ya ha señalado en numerosas ocasiones que para crear esta serie y sus personajes se basó en su propia historia de vida. Anne llega a un mundo nuevo, cálido y húmedo, repleto de gente con costumbres diferentes a las que ya estaba acostumbrada. Un choque cultural que el mismo Braly vivió en su infancia cuando viajaba a Bangkok junto a su madre, una ciudad que contrastaba con la California a la que estaba acostumbrado.

Por consecuencia, no es de extrañar que este trabajo sea tan personal, a la vez que una relectura bastante más profunda del típico isekai (historia fantástica donde el protagonista queda atrapado en otra realidad). Anne no se encuentra cómoda en ese ambiente, pero debe adaptarse a él.

Toda la primera temporada es un viaje introspectivo que nos habla sobre la aceptación de las diferencias, un tema universal al que todos nos hemos enfrentado en mayor o menor medida. ¿Quién no se acuerda de la primera vez que tuvo que ir a un nuevo colegio? ¿O a una nueva ciudad? ¿E incluso a un nuevo país?

Sin embargo, Anne no es la única que cambia. Mientras ella aprende cosas de Amphibia, sus habitantes también aprenderán cosas del mundo humano gracias al celular de la protagonista (el cual contiene todas sus fotos, series e información útil), las cosas que guarda en su mochila y, por supuesto, sus propias experiencias. Es así que nos enteraremos de que su familia tenía un restaurante thai, que practicaba un arte marcial tailandés conocido como muay thai, y en algunos flashbacks conoceremos más acerca de la historia con sus padres.

Este tipo de información no es dada al azar y tampoco se presentan como “datos random” sobre Anne, sino que sirven como justificación de los sucesos que veremos desarrollarse en los capítulos, o para introducir alguno de los conflictos principales de la trama general.

Por ejemplo, que Anne ayude en el restaurante tailandés de sus padres le permitirá ayudar a levantar el de una rana que se encuentra casi en la ruina. En otro episodio, su conocimiento del arte marcial “muay thai” les ayudará a dos personajes secundarios a aprender la importancia de la paciencia. Y cuando visiten una nueva ciudad, Anne recordará que su madre no le dejaba probar comida tailandesa en sus viajes porque era demasiado fuerte para una niña pequeña, lo que la motivará a probar la comida tradicional de ese lugar como forma de compensar esa frustración infantil y “vivir la experiencia local”.

“Ivy on the run” (T2, E13a) Anne enseñándole a Polly el muay thai,
señalándola importancia de la disciplina y paciencia


“Lily Pad Thai” (T1, E9a) Anne arregla el restaurant del
pueblo combinando la cocina anfibia con la tailandesa.


“Lost in Newtopia” (T2, E8a) Un flashback en el que
Anne recuerda los viajes con su madre

Es por esta razón que, aunque el elemento cultural es importante, en ningún momento opaca el foco principal de la trama. Más bien sirve para profundizar en el pasado de Anne, interesarnos por su historia y por su cultura. Esto se logra introduciendo los elementos antes mencionados de manera natural, sin que parezca que estamos en una clase, y haciéndolos participar de las enseñanzas que cada capítulo entrega.

Ya en la temporada tres conoceremos a los padres de Anne en el mundo humano, siendo ahora los Plantar quienes deben aprender a adaptarse (inversión de roles). En este punto veremos más referencias a este legado cultural, sobre todo de parte de los señores Boonchuy y la comunidad tailandesa de la que son parte.

Un claro ejemplo de esto es el capítulo “Temple Frogs”, el cual está completamente dedicado a un evento mensual de esta comunidad en el templo tailandés y a los Plantar descubriendo diferentes disciplinas que van de acuerdo a sus intereses (el idioma, el teatro, el deporte, etc.).

Al comienzo del episodio Anne recibe el mensaje de una amiga museóloga quien, al parecer, encontró una nueva pista para regresar a sus amigos de regreso a Amphibia. Anne quiere ir a verla de inmediato, pero su madre le exige que primero vayan al templo. Molesta porque cree que es una pérdida de tiempo, Anne intenta escapar para acudir a la cita de todos modos. Sin embargo, su madre la detiene para explicarle que durante los meses que estuvo desaparecida, los miembros de su comunidad les brindaron ayuda económica y emocional sin pedirles nada a cambio.

Esta muestra de apoyo desinteresado hace que nuestra protagonista entienda que, por muy importante que sea ayudar a sus amigos, también debe demostrar agradecimiento por sus seres queridos.

Los Plantar descubren diferentes disciplinas que van
de acuerdo a sus intereses.


La madre de Anne le dice que los miembros de su comunidad les
brindaron ayuda económica y emocional.

La actitud de Anne es comprensible siendo una adolescente. Si bien las costumbres locales pueden verse muy atractivas para los extranjeros (como los Plantar) se tornan repetitivas para quienes llevan toda su vida en ese ambiente. Cuando somos jóvenes no le damos la importancia debida a nuestra cultura y sus integrantes. Apreciar el entorno en el que crecemos es algo que vamos adquiriendo con el tiempo y que está muy bien reflejado en las exigencias que la señora Boonchuy pone sobre su hija.

Es así como el capítulo nos habla de la importancia de los lazos afectivos que creamos con los integrantes de nuestras comunidades, pero también nos muestra la otra vereda: La de quienes son ajenos a esta. Si para Anne el templo es rutinario, para los Plantar está lleno de nuevas actividades que permiten al espectador maravillarse con la riqueza de las tradiciones tailandesas. Cada país es diferente, pero en esas diferencias podemos encontrar temas en común.

En lo local está lo universal.

De la vida a la TV


Braly siempre señaló lo importante que era para él crear un personaje que tuviera ascendencia tailandesa, incorporando detalles tanto en la narrativa de la serie (lo cual notamos anteriormente) como en la producción de la misma, para hacerla lo más precisa posible.

Además de todo eso, la actriz de voz de Anne es Brenda Song, conocida por sus papeles en series live action de Disney Channel a inicios de los 2000, también de ascendencia thai. Por otra parte, el diseño de nuestra protagonista se basa en la abuela de Matt Braly, e incluso la madre del mismo es quien hace la voz de la señora Boonchuy en la serie.

Diseño de personaje con una foto de la abuela de
Matt Braly, su inspiración.

No puedo dejar de señalar que esto se trata de un producto de Disney, empresa que tiene compradas hasta nuestras almas y cuya representación de la cultura oriental siempre ha sido pobre, mal trabajada o malinterpretada. Veamos, sin ir más lejos, el caso más reciente con “Raya y el último dragón”, película que tuvo fuertes críticas desde países del Sudeste Asiático por tratar su cultura como un monolito, tener una historia en extremo occidentalizada, y no contar con personas provenientes de esa parte de Asia dentro de los puestos más importantes del equipo creativo.

Desde mi vereda personal, no creo que gente ajena a la cultura no pueda crear un producto satisfactorio tanto a nivel comercial como a nivel de respeto. Tenemos el ejemplo de “Kung Fu Panda”, en el caso de películas, o el de “Avatar: The last airbender”, en el caso de series, ambos trabajos con reacciones muy positivas tanto del público norteamericano como del oriental.

Disney, por su parte, tiene un ojo mucho más occidental para sus contenidos y para el tipo de audiencia que quiere ganar y mantener, por lo que descuida algunos detalles de sus productos (o de plano los ignora). En ese sentido, se ve que las producciones de esta empresa que cuentan con cabezas de las comunidades a las que hacen referencia, han funcionado mucho mejor. “Turning Red”, la última película de Pixar, es un claro ejemplo de esto. Y “Amphibia”, retomando el tema central, también. Ambas producciones, tanto de cine como de televisión, tocan temas universales desde una visión muy personal, razón por la cual resuenan en el público de manera diferente.

Por lo mismo, no creo que sea muy descabellado decir que la creación de esta serie le permitió a Matt Braly demostrar el amor que le tiene a su cultura e historia de manera entretenida, sin necesidad de hacer algo educativo, sino simplemente involucrando personajes de diferentes contextos culturales a los que les permitió vivir sus propias aventuras. Sin embargo, al incorporar estos temas también se da pie a debates respecto a nuestra realidad.

Uno de estos debates se dio en torno a las amigas de Anne, quienes tampoco son de ascendencia completamente estadounidense. Marcy Wu es taiwanesa americana, mientras que Sasha Waybright es germana eslava. La dinámica de estas tres chicas va evolucionando a lo largo de la serie, pero nos dan a entender que inicialmente Sasha era la líder del grupo (una niña con personalidad fuerte y leal, pero sumamente manipuladora). Frente a esto, surgieron dudas sobre porqué la niña más “blanca” tendría que ser la cabecilla.

Braly señaló que la relación en la serie correspondía a la de su propio grupo de amigos de la infancia, quienes también venían con un bagaje cultural diverso. Es muy probable que esta elección haya sido hecha de manera subconsciente, por lo que más que cuestionar a la serie podríamos cuestionar nuestro mismo entorno social y revisar si aún hoy tenemos algún sesgo respecto a nuestro origen étnico del que no nos hemos dado cuenta.

Sobre este mismo punto, a lo largo de los capítulos veremos referencias a la complicada situación de los inmigrantes. Se plantea que la búsqueda de mejores oportunidades y el proceso de adaptación no es fácil, por lo que es importante crear lazos comunitarios. Los padres de Anne, inmigrantes de primera generación, lo tienen bastante claro, mientras que a ella, que ha vivido desde siempre en California, le cuesta comprenderlo al inicio (es gracias a su aventura que madura y lo asimila).

Estas diferencias entre nuestra protagonista y sus padres se encuentran incluso en detalles como el acento. En el doblaje original, los actores de voz de los señores Boonchuy tienen un marcado acento tailandés, hablan el idioma con fluidez y pronuncian su apellido de manera correcta. El acento de Anne y su forma de hablar es bastante más neutra en comparación, pronunciando su apellido de manera americanizada, pues está acostumbrada a eso.

También, en diferentes flashbacks, notaremos ciertos comentarios xenófobos que no llegan a un nivel grave de acoso, pero sí son lo suficientemente claros al momento de reflejar el bullying.

La atención al detalle en el trasfondo cultural también nos permite reflejar nuestro propio entorno en la serie. Las discusiones que se han generado en torno a la representación en “Amphibia” son diversas, positivas en su amplia mayoría, pero que al mismo tiempo responden a una realidad. Como todo producto artístico, claro está.

Las sociedades cambian

Es así como esta serie infantil sobre ranitas puede dar pie a numerosos e importantes debates, no solo respecto a lo diversos que somos como seres humanos y sociedad, sino también sobre cómo aceptamos el cambio.

Hoy en día parece haber un pánico por cambiar. Varios grupos reclaman por mantener un estatus quo en lugar de aceptar otros pensamientos, culturas o creencias. Sin embargo, el cambio siempre está presente en nuestras vidas en mayor o menor medida.

El cambio se representa en “Amphibia” en varios niveles. Metafóricamente, para su creador, las ranas son una buena manera de hablar sobre como todo se mantiene en constante transformación (además de ser habituales en Tailandia). De cualquier forma, es el nivel narrativo el que resulta más obvio: La llegada a un mundo hostil y desconocido, el crecimiento personal de los personajes, el desarrollo de los conflictos, etc. Independiente de si estamos ante una historia con tintes de fantasía, es inevitable extrapolarlo con la vida real.

Las personas, lugares, culturas y amistades siempre estarán cambiando. Es así y por difícil que sea está bien, porque es parte de crecer y es algo que seguimos aprendiendo sin importar nuestra edad.

Es por eso que yo, una joven de 24 años de edad que no es ni de lejos el público objetivo, le agradezco muchísimo a esta producción por mostrarnos esa compleja realidad de manera tan conmovedora y, dentro de todo, real.

Para más información, recomiendo este artículo.

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