Studio Ghibli es el estudio de animación japonesa más famoso a nivel mundial, con una lista de 21 notables películas y clásicos equiparables a los mejores trabajos de Disney o Pixar. A lo largo de los últimos 20 años, sin embargo, han ido ocurriendo hechos aislados que por sí solos no aportan mucho al título de esta nota, pero en conjunto pintan un paisaje claro: el Ghibli que conocemos se ha ido. ¿Se fue con la muerte de Isao Takahata? la otra cara del estudio, ¿con la fundación de Studio Ponoc? ¿con los constantes retiros de Hayao Miyazaki? ¿o quizás algo más antiguo? con la muerte de Yoshifume Kondō, mano derecha de Miyazaki y potencial sucesor. Para muchos, la razón principal de que el director se retirara por primera vez. Gorō Miyazaki por su lado, nunca ostento tal confianza en su trabajo por parte de su padre, con quien siempre hubo cierta distancia. Curioso, ya que este mismo hijo es quien podría llevar ahora el futuro de la compañía sobre sus espaldas, siendo las recientes imágenes de Aya y la Bruja el primer indicio de este nuevo camino.
Hay una sola cosa que mantiene el espejismo de que Ghibli sigue siendo el mismo de siempre, y eso es la presencia de Hayao Miyazaki en el estudio, quien pese a sus incontables retiros, siempre termina volviendo para sacar la brillantez de turno que tenga en la cabeza. Meramente un espejismo, de nuevo, Ghibli no es el mismo desde hace un tiempo. La carencia de directores se hizo más evidente tras el último anuncio de retiro de Miyazaki tras el estreno de Se alza el viento en 2013, lo que ocasionó que el estudio se pusiera en pausa indefinida hasta figurar un plan de avance sin el genio entre sus filas. Miyazaki eventualmente volvería en 2016, pero con los retrasos de su último proyecto, es cuestión de tiempo antes de un retiro definitivo. Ghibli lleva preparándose desde hace unos años, tienen que ser más rentables y sobrevivir a la eventual ausencia del respetado director, la pregunta es ¿cómo?
Primero, un poco de contexto. Miyazaki es un maestro, pero como muchos de aquellos, es una suerte de tirano (en el mejor y peor sentido de la palabra). Exigiendo siempre lo mejor de los animadores y presionando constantemente para alcanzar nada que diste de perfecto. Uno de los ejemplos más sonados de su carácter se dio cuando salió de la función de estreno de Cuentos de Terramar antes de que esta termine, la opera prima de su hijo: Gorō Miyazaki. Hayao Miyazaki nunca consideró que su hijo estuviese listo para dirigir y luego del lanzamiento de la cinta, declaró que "fue bueno que hiciese una película, ahora debería detenerse." Sin embargo, la valla que su hijo no podía alcanzar, fue sobrepasada por otro director de Ghibli: Yoshifume Kondō (Susurros del corazón), animador que estaba encaminado a subirse al podio con Takahata y Miyazaki, los dos pesos pesados de Ghibli. Es justamente Miyazaki quien lo hace su protegido, con claros planes para que este sea su sucesor. Su amistad era sólida y la devastación de su muerte, innegable. Yoshifume Kondō muere de un aneurisma provocado por "exceso de trabajo" en 1998. Miyazaki nunca llega a superar esta perdida: "Fue uno de los mejores animadores que he conocido en mi vida." declaró.
En 2015 el segundo golpe se daría cuando el director Hiromasa Yonebayashi (Ariety y el mundo de los diminutos, El recuerdo de Marnie) junto al productor Yoshiaki Nishimura, decide dejar Ghibli para fundar su propio estudio de animación: Studio Ponoc, cuya cinta debut fue la aclamada Mary y la flor de la Bruja. Esta partida privaría a Ghibli de otro de sus directores establecidos, una lista que sufriría otra baja en 2018, con la muerte del célebre Isao Takahata, uno de los pilares del estudio, y director de clásicos como La Tumba de las luciérnagas, Pom Poko y la más reciente El Cuento de la princesa Kaguya. La crisis era evidente, no habían potenciales sucesores porque muchos de los animadores solo pasaban por Ghibli para aprender de los grandes y luego se iban, debido al exigente ritmo de trabajo. Al tablero solo le quedaban dos fichas. Todo nos había traído de regreso aquí, con Miyazaki padre e hijo.
Hayao Miyazaki (izquierda) e Isao Takahata (derecha) |
Como ya lo mencioné, Hayao Miyazaki se encuentra haciendo en estos momentos una nueva cinta en Ghibli titulada ¿Cómo vives? Una adaptación del libro homónimo de Yoshino Genzaburō, que gira en torno a la vida diaria de un niño de 15 años llamado Koperu, las interacciones que mantiene con sus amigos y su tío, y sobre como estas comienzan a moldearlo en su entrada a la adultez. El filme es considerado por el mismo Miyazaki como una carta de amor y despedida hacia su nieto, consciente que la muerte puede llegarle en cualquier momento. La producción inicio en 2016, pero la fecha de estreno sigue siendo incierta dada la cantidad de frames ilustrados a mano que requiere la película y a la avanzada edad de Miyazaki, que no puede trabajar tan rápido como antes. Hasta mayo de este año solo se han concretado 36 minutos de metraje.
Gorō Miyazaki, quien había hecho el esfuerzo de no seguir los pasos de su padre, finalmente terminaría dirigiendo en el mismo estudio que él, a pesar de los constantes roces entre ambos. Su primera película (Cuentos de Terramar) es la oveja negra de la filmografía de Ghibli, pero su segunda: La Colina de las Amapolas, fue mucho mejor recibida. Conforme fueron pasando los años, quedo claro que Gorō estaba abrazando las nuevas tecnologías con mayor entusiasmo que su padre, algo que quedó en evidencia con la serie co-producida por Ghibli: Ronja, la hija del bandolero, que él mismo dirigió, mezclando elementos computarizados y tradicionales. Finalmente todo desembocaría en mayo del 2020, con el anuncio de su nueva película: Aya y la Bruja, dejando la animación clásica totalmente de lado. Mis Vecinos los Yamada fue la primera cinta hecha por computadora en el estudio, pero el estilo final ocultaba los efectos al mezclarlos con animación tradicional. Aya, sin embargo, luce 100% Pixar, algo que ha generado descontento en medio mundo.
La característica técnica mas relevante de Ghibli es el movimiento, tanto de sus escenarios como de sus personajes. Sería injusto entonces lapidar Aya y la Bruja basándonos en meras capturas ¿no? Ahora tenemos una moneda en el aire, definitivamente hay imágenes que lucen mejores que otras, algunas (como la usada en la portada de esta entrada) vibran con color y detalles, pero otras (como la que esta arriba a este párrafo) se sienten algo planas y carentes de expresividad, fácilmente asociadas en calidad a esos videos musicales para bebés que encuentras en YouTube. Es en la narrativa donde podemos respirar un poco más tranquilos creo, ya que la historia de Aya está basada en el libro homónimo de Diana Wynne Jones, la misma autora de El Castillo Vagabundo. ¿Qué tan fiel o no será la cinta al material original? habrá que esperar y ver. Cuentos de Terramar, del mismo director, presentó cambios significativos.
Este giro al 3D se viene oliendo desde hace algún tiempo, la pausa que se tomó el estudio tras el retiro de Miyazaki no solo fue para resolver su partida, sino para ver de que manera se podían parchar los problemas financieros que tienen desde hace bastante tiempo. La realidad es que necesitan generar más ingresos, y hacer películas animadas que se puedan realizar en menos tiempo y en un formato mas marketeable a nivel internacional, quizá sea la única forma de hacerlo por ahora.
Hoy por hoy tenemos dos películas en producción, una emoción que no sentíamos desde que Miyazaki y Takahata lanzaron casi a la par Se alza el viento y El Cuento de la Princesa Kaguya, dos tipos completamente distintos, aunque no tanto como el par de ahora: el pasado y el futuro, el padre y el hijo. Hayao Miyazaki declaró en algún momento que Ghibli probablemente moriría con él, pero quizá aún hay esperanza. El cambio es inevitable, una era termina y otra comienza, Ghibli quizá no vuelva a ser el estudio que alguna vez conocimos, pero su legado vive en la animación japonesa para siempre, Studio Ponoc es un claro ejemplo de ello y no debemos ignorar el talento que habita entre sus muros.
Gorō trató ser arquitecto, no quería convertirse en su papá, aquella figura fría, ominosa y distante. Fracasó. Su pasión por animación era más fuerte, aunque sabía que quizá no podría alcanzar la genialidad del talento de su padre, nunca se rindió, y si el mismo Hayao no ha podido persuadirlo de que lo haga, nadie podrá. Con las apuestas en su contra, quizá sea él quien finalmente acabe dándole nueva vida a aquel reino de sueños y pesadillas que su padre fundo hace 35 años, el estudio que representa lo mejor y lo peor de él: Studio Ghibli.
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